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  >  Experiencias vacacionales   >  Kotor – Un fiordo espectacular en el mar Adriático

Cuando una persona que hizo la vuelta al mundo en moto te aconseja ir a Kotor, sabes que vale la pena. Eso ocurrió en 2015 y, desafortunadamente, no pudimos ir antes del 2023. Confieso que, si hubiera sabido lo bonito y pintoresco que es, lo habría visitado antes. Me quede estupefacta con la belleza de toda la bahía de Kotor. 

Pues, estuvimos en Dubrovnik – Croacia y estábamos dudando entre Kotor en Montenegro o Mostar en Serbia. Y ganó Kotor. Pero la verdad es que le debemos una visita a Mostar también. Que pena cuando no hay días suficiente para hacerlo todo, ¿no? 

De Dubrovnik a Kotor son unos 110 km y, según el mapa de Google, íbamos a conducir más de 2 horas. La carretera desde Dubrovnik sigue el litoral, así que en todo el camino estuvimos viendo las esplendidas playas de Croacia y poquito a poco empezamos a alejarnos del mar para llegar a la frontera. En 2023 Croacia entro en la zona Schengen, pero sigue habiendo control de los pasaportes. A 500 metros está la frontera con Montenegro y se nota que es algo diferente. El estado de la carretera, las casas, todo. Parecía que estábamos en un país de los 80-90. Y, créanme, no lo digo con maldad, sino porque en los años 80 la naturaleza era mucho más salvaje e intacta y en Montenegro hay un paisaje extraordinario. Nos costó un poquitín llegar hasta el principio de la bahía, ya que la carretera pasa por todos los pueblos posibles, pero, por otra parte, la ruta es maravillosa (especialmente para motos). Conforme íbamos avanzando, montañas de color verde oscuro, casi negro se alzaban alrededor nuestra y el mar era entre azul oscuro y azul verdoso, dependiendo de los rayos del sol. Nos quedamos cada vez más sorprendidos por este lugar. Paramos un montón de veces, porque creíamos, que cada vez estábamos ante una vista inolvidable. Al final contamos más de 20 vistas inolvidables. Y así seguimo De repente apareció un islote con una iglesia y eso significaba obviamente otra parada para foto. Recuerdo haber leído sobre ese lugar, así que decidimos hacer una parada más y, si fuera posible, alquilar un barco para llegar al islote. Era el pueblo de Perast. 

Solo puedo agradecer a Dios que estamos vivos hasta ahora. Nos tocó un barco de tamaño de una bañera. Con él llegamos al islote, donde se ubica la iglesia de Nuestra Señora de las Rocas. Desde ahí los árboles de las montañas se veían todavía más oscuras y hacían un contraste más intenso con el azul turquesa del mar. Tuvimos que abandonar la isla pronto, ya que hacía viento y el capitán de la “bañera” temía que volcara con tanto viento. Fue un alivio pisar tierra firme otra vez. Cogimos de nuevo la carretera, esta vez sin más paradas. Entramos en la ciudad de Kotor y aparcamos, ya que el centro es peatonal. La muralla de la ciudad empieza en el aparcamiento y sube por la montaña. Desde estas fortificaciones medievales se contemplan vistas impresionantes de la bahía y la ciudad. Las montañas rodean esta ciudad minuciosa de 12 000 habitantes y en forma de la letra U. Hay dos cruceros en el puerto y sus viajeros deambulaban por el centro histórico con su atractiva arquitectura y sus calles adoquinadas de color crema, abrillantados por los miles de pasos. La arquitectura de Kotor parece bastante a la de Split y Dubrovnik. Perderse en el laberinto de callejones estrechos es una experiencia en sí y también nos dio la oportunidad de, de alguna forma, ser testigos de la historia de la ciudad.  

Curiosidad: Adoran a los gatos. ¡Hay gatos por todas partes! 

Los felinos viven en Kotor desde hace siglos y quizás es porque la protejan la ciudad de ratas, ratones etc. Actualmente los gatos se han convertido en una especie de símbolo de la ciudad 

 

¿Qué comer? 

 

Si te gusta la carne, el paraíso está en el BBQ Tanjga a unos pasos del centro histórico. 

Konoba Scala Canta es una opción muy buena en el centro. 

¿Qué hacer? 

 Dar una vuelta por la ciudad, admirar la arquitectura y visitar la catedral de So Trifon. 

 

Mi experiencia favorita: 

 

Hacer la carretera serpentina por la que se sube a la montaña. Disfrutar de vistas espectaculares, especialmente al atardecer. ¡Cuidado, porque es super estrecha!